Actualiza miércoles y sábados a la noche.

sábado, 29 de marzo de 2008

No he dicho Adiós.

“Las vacaciones que más se valoran son las primeras que tenés después de empezar a trabajar”, es una máxima que inventé, aunque no sé si le creo demasiado. El domingo 13 de febrero de 2005 a la una de la mañana, empezaron las mías. Pasé la tarjeta de salida y me fui a mi casa. El martes a la noche me iba a San Bernardo con el Amigo Barato –ex Chopi- y con el Amigo Dragón –ex Fabriel-. El domingo y el lunes me quedaban libres. En teoría. Llegué a mi casa a eso de las dos de la mañana, cené y me fui a dormir. A las cuatro de la mañana me despertaron. Mi mamá estaba arrodillada al lado de mi cama y mi papá me miraba desde la puerta. Algo había pasado.

No soy bueno para recordar las palabras. Puedo acordarme de lo que me dijo alguien, pero no de qué palabras usó, por lo que termino usando otras que interpreto como sinónimos que, en muchas ocasiones, termina cambiándole el sentido a la oración y generando confusiones. Pero todavía me acuerdo perfectamente las palabras que dijo mi mamá cuando me desperté esa noche. “Rafa y Domi tuvieron un accidente y murieron los dos”.

Rafa era el hermano menor de mi mamá. Y mi padrino. Por él soy de River (mi papá es de Boca), y por él pude ver a River Campeón en la cancha, cuando le ganó a Vélez 3-0 con los dos goles de Salas, en el 96. Domi era su mujer. Según me enteré a la mañana siguiente, habían salido a comer a un restaurante mexicano de San Isidro para despedir al hermano de Domi que se iba a vivir a México. A la vuelta, iban en el auto ellos dos, con la hija mayor adelante, y sus otros dos hijos, una prima y la abuela atrás. Un estudiante de medicina pasado de copas perdió el control de su auto, que se fue contra el cordón y se levantó incrustándose contra el Renault 19 de mi padrino causándole la muerte a él, a su mujer y a su hija mayor. Todos los que estaban en el asiento de atrás sobrevivieron.

Mi mamá se fue a encontrarse con sus hermanos, para ir juntos a decirles a mis abuelos. Yo volví a acostarme y lloré, pero no por mí, lloré por mi mamá. Me daba bronca que ella tuviera que sufrir esto. A mi no me afectaba. Suele pasarme de despertarme confundido. En ese momento sentía que yo ya lo sabía, que Rafa y Domi (todavía no sabía que también había muerto mi prima) habían muerto hace mucho tiempo. Ni siquiera recordaba la última vez que había visto a mi Padrino. Por más que me esforzara. Pasó mucho tiempo, pensaba, murieron hace mucho.

El domingo fue el velorio. Cuando llegaron mis abuelos, yo estaba sentado a unos cinco metros de los tres ataúdes. Ayudado por su bastón, y por otro de sus hijos, mi abuelo se acercó al cajón desgarrándose cada vez más. En ese momento tenía ochenta y un años. En 1998, había sido operado del corazón y, pese al pronóstico de los médicos y después de estar en coma por una semana, había sobrevivido. Su expectativa de vida se había reducido a casi nada, y cada año que seguía vivo era una sorpresa. A cinco años de la operación, enterraba a uno de sus hijos. Mientras mi abuelo, que nunca había demostrado sus sentimientos, lloraba sobre el ataúd de Rafa y pedía que lo abriesen para verlo por última vez, yo volví a llorar. Pero ahora por él.

Los enterraron el lunes, en un lote que habían comprado para mis abuelos, en el Jardín de Paz. Durante el viaje, el responso y las últimas palabras en el lugar en que serían enterrados, intenté llorar, pero no pude. Me preguntaba si no me habría secado, si no me habría quedado sin más lágrimas. Mientras bajaban los cajones, me acordé. Estábamos en lo de mis abuelos viendo un partido de River. En el entretiempo se puso a hacer zapping y pasando por un canal de música, vio el clip de Hey Ya, de Outkast y dijo que ese tema le gustaba mucho. Fue la última vez que lo vi. Y ahí sí, lloré por mí. Al día siguiente estaba arriba de un micro, rumbo a San Bernardo.

frcass.


ANEXO.
Cuando era chico tenía una perra de raza Manto Negro, que me rompió a mordiscones un autógrafo de Claudio Paul Caniggia. Fue una premonición. Al poco tiempo, Caniggia firmó con Boca.


ANEXO 2.
Leé entre líneas: .III.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando me enteré que falleció mi abuelo tampoco lloré, ni lloré después. Cuando falleció mi otro abuelo - yo no lo veía hace años - tampoco lloré. Y creo que sucederá lo mismo con mis abuelas.
Qué historia... diferente.
Sé que no buscás este tipo de comentarios pero... lamento lo sucedido.

Sapita dijo...

Cuando mi abuelo murio sí lloré y mucho, después de todo recien habia salido de verlo. Estaba internado en cuidados intensivos y entrabas uno x uno. Yo salí diciendole que ya nos ibamos a casa, luego entró mi abuela, su esposa, 10 minutos después avisaron que habia fallecido. Entré a verlo de nuevo, pero ya no me miraba, estaba calientito y con los ojos abiertos. Yo se los cerré.

Ya se van a cumplir 3 años de eso y aún me cuesta entrar a un hospital, los detesto.

Anónimo dijo...

SIN PALABRAS..

5 AÑOS ES LA PENA MAXIMA? ME PARECE MUY POCO.

frcass dijo...

marina., sapita, cynthu:
Sólo voy a decir que estoy escuchando a Madonna. Y como diría Mr Exes, saluets.

Anónimo dijo...

Nada, ya te dije en el msn. Igual tengo ganas de molestar aca tmb jeje...

me voy a dormir, mañana tengo facu a las 7 de la matina.

ugly Andys.

frcass dijo...

ugly Andys dijo en el msn:

ugly Andys: ¿Para vos es bueno o malo no llorar?
frcass: Es personal. No es ni bueno ni malo.
ugly Andys: Sí, pero ¿a largo plazo hace algo?
frcass: Si uno se siente obligado a llorar y no lo hace, sí. Pero llorar o no llorar no cambia los sentimientos.
ugly Andys: A mi me pasó eso. El año pasado se murió mi abuela y no fui al velorio. Pero no por mí, sino para evitar ver el sufrimiento de los demás. No me gusta el ambiente que se genera.
frcass: Me pasó lo mismo.
ugly Andys: ¿Cómo podés ser de River siendo tu papá de Boca? eje.