Tenemos que hacer un trasbordo en Córdoba Capital, por lo que al llegar a la Terminal, nos bajamos y esperamos a que llegue el nuevo micro, que nos trasladará a Buenos Aires. Por un momento me asusto. No reconozco a las personas que están a mi alrededor. ¿Se habrá ido mi micro sin que me diera cuenta? ¿Podré ser tan idiota? Sí, puedo, pero, ¿se fue? Cuando veo a un pibe con camperita de Suiza me tranquilizo. Es el que se bajó antes que yo. Tengo que esperar nomás. Odio esperar. A unos metros, otros jóvenes que también esperan, se convidan un cigarrillo e inician una conversación. El único momento en que me gustaría fumar es cuando espero. Los que fuman no parecen aburrirse. Parecen estar haciendo algo interesante. El momento en que me alegro de no fumar es el resto del tiempo. Además, me salva de iniciar conversaciones mínimas con extraños. Bastante tengo con mi compañera de asiento que me cuenta que sus hijas fueron a lo de Tinelli y llevaron salames. Un día de estos tomo coraje y, cuando alguien quiera iniciar una conversación de esas, le digo: “Sorry, no hablo espanol”. Unos días antes, en Córdoba, fui a un boliche con tres amigos y uno me dijo que me hiciera pasar por yanqui. Entonces le empezó a hablar a una chica y en un momento le dice: “Él es un amigo mío de Estados Unidos”. Me acerco, la saludo con dos besos (costumbre europea y correntina, no yanqui, pero ella no detecta mi error cultural) y cerca de su oído digo, “Do you speak english?”. Pero, no, no hablaba inglés. Y me tuve que quedar el resto del tiempo callado mientras los demás hablaban en castellano. Todavía esperando el micro me río solo. Unos minutos después veo subirse a un micro rumbo a Humahuaca a una mina rapada a la que había visto en el mismo boliche, y a la que, después de un par de tragos, le grité “¡Sinead O’Connor!”. Otra vez, río sólo, esperando el micro que me lleve a casa. A unos metros, un hombre suelta una carcajada. Cuando lo miro me dice, entre una pitada y otra: “Los hombres de ojos amarillos suelen reírse solos”. Él también tiene los ojos amarillos.
Continuará.
frcass.
ANEXO.
Cuando Batman aplaude, ¿bate palmas?
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