Actualiza miércoles y sábados a la noche.

miércoles, 6 de febrero de 2008

No he ido a lo de Tinelli 2.

A unos metros, un hombre se ríe. Cuando lo miro me dice, entre una pitada y otra: “Los hombres de ojos amarillos suelen reírse solos”. Él también tiene los ojos amarillos…

Quiero poner mi cara más amable. De sonreír. Pero sé que no lo logro. El hombre de los ojos amarillos, el otro, el que no soy yo, vuelve a darle una pitada a su cigarrillo, sin dejar de mirarme. Tratando de parecer que le resto importancia a la forma en que me observa, comienzo a pasear la vista por la Terminal, concentrándome en el lugar vacío en el que estacionará mi micro. Pasan diez, treinta, cuarenta y cinco segundos y el hombre sigue mirándome, como mira un padre a su hijo dibujar. Saco el celular del bolsillo de mi bermuda y miro la hora. 21.50hs. No me cambia nada. No sé a qué hora viene el trasbordo. Sí, pienso, debería llevar a arreglar mi reloj pulsera. Es muy incómodo mirar la hora del celular. Aún observándome, el hombre dice:

Armate de paciencia, pibe, que ese micro a Buenos Aires no llega.

Lo miro asintiendo, levantando las cejas, que es mi gesto amable. Para mi interior, me digo, “No me vas a coger, viejo de mierda”. El hombre vuelve a reír y estoy cada vez más incómodo. De la mochila saco unas tortillas (una especie de pan sin levadura) y empiezo a comer. Tengo que parecer ocupado.

Tortillas, ¿eh? Me encanta a mí. ¿Las compraste en Jesús María?Asiento, ya sin mirarlo. No sabía que las tortillas de Jesús María fueran tan famosas. Bah, tu hermana te las compró—, agrega.

Lo miro. Este me está siguiendo. ¿Cómo puede saber eso? Lo miro fijo. Los ojos se me ponen vidriosos. El micro no llega a Buenos Aires porque este nos va a matar a todos. O, lo que es más importante, me va a matar a mí.

­No te preocupes, el perro va a estar bien—. Quemú Quemú, el perro de mi hermana, estaba con garrapatas. Mi hermana le puso Off para matarlas, pero el perro se lo lamió y se intoxicó. Así que me dejó en la Terminal y se fue para el veterinario. El hombre de los ojos amarillos ya no me incomoda. Me asusta. Agarro el bolso para irme, no me importa perderme el trasbordo.

—Vos también vas a estar bien. No te voy a matar. Ni a nadie del micro. Pero en la Ruta 9, Kilómetro 92, a la altura de Zárate, se van a trabar los frenos del micro y se van a quedar varados más de seis horas. Igual, tu papá va a salir antes del hospital y te va a ir a buscar. Pero la madre de las chicas que fueron a lo de Tinelli se te va a pegar y vas a tener que llevarla con vos.

—Ah—, respondo confundido.

—Pero vas a estar bien. La gente como vos debe adaptarse al medio para poder sobrevivir. Pero vos no lo hagas. Vas a estar bien.

—¿Voy a terminar bien?

—No. No vas a terminar. Vas a estar bien. Acordate: Vos sos inmortal hasta que se demuestre lo contrario— Y ahí, aunque trato de evitarlo, sonrío, con sinceridad, mostrando los dientes. Y él también sonríe, igual que yo.

—¿Cómo te llamas?—, pregunto.

—Respondo a muchos nombres.

—¿Por ejemplo Dios?

—Por ejemplo Jorge.


frcass.



ANEXO.
Quiero celebrar mi vigésimo post, diciendo que me gusta tu sonrisa.


2 comentarios:

mina. dijo...

"Vos sos inmortal hasta que se demuestre lo contrario."
Genial.

Diferente post. Me gustó más que la primer parte.

Y me gustó el anexo.




Firma: "la que le gustan las cosas cursis".

frcass dijo...

Mirá vos. Yo pensé que justo a vos no te iba a gustar. No el anexo, claro.