Mientras estuve en Estados Unidos trabajé en un hotel. Saliendo, un día, saludo a una compañera y a una muchacha rubia muy linda que estaba con ella, que pensé que era de housekeeping porque estaba vestida de gris, pero resultó ser la hija. “Él es frcass, el argentino”, le dice mi compañera a su hija, que se pone colorada y vuelve a saludarme. Nunca fui bueno para darme cuenta cuándo le gustaba a alguien, pero esta vez me pareció bastante obvio, pero, hija de una compañera de trabajo con la que no tenía demasiada relación, era complicado que la volviera a ver. Así que decidí decirle a todo el mundo lo linda que me había parecido la muchacha rubia, esperando que alguien cometiera la indiscreción de decírselo a mi compañera, que ésta se lo dijera a su hija, y que ella hiciera el esfuerzo por volver a verme. Finalmente, la que lo hizo, fue una de mis room-mates. Otro día, en el break para almorzar, mi compañera recibió un llamado de su hija. Para ponerme incómodo, la puso en speaker, justo cuando ella le pedía que me sacara una foto y se la mandara. No la dejé que me fotografiara y le dije que me diera el mail de la hija que yo le mandaba. A partir de ahí, nos mandamos algunos mails y fuimos a comer un par de veces y a una feria. Siempre con toda la familia presente. Madre, hermano, tía, primos. Nunca a solas. Cerca de la fecha de mi regreso, le escribí que por falta de tiempo, habían muchas cosas que no podría hacer, como ir a Las Vegas, pero que no me iría sin un beso de ella. Respondió que no me iba a besar, que no tenía sentido si yo ya me iba. La noche antes de mi regreso, fuimos a comer con un grupo de gente incluyendo a mi compañera. En la despedida le dije que le diera más libertades a su hija o se le iba a volver en contra. Me acosté y un par de horas después me levanté para irme al aeropuerto. Una vez en Los pelos de mis pies se peinan raya al medio.




