
Los pelos de mis pies se peinan raya al medio.
frcass.
ANEXO.
Anoche soñé que yo era Michael Scofield.
“No es importante, ni el fin del mundo, arriba chicos, somos segundos…”, dice el morocho de pelo largo que no me acuerdo cómo se llamaba y todos se ponen a festejar. Y a todos se nos pone la piel de gallina. Descubrimos lo que es la hidalguía deportiva.
Gastón, el de rulos, está en silencio. No siente que nada en la derrota ante los Killer fue culpa suya. Y cuánta razón que tiene. Gastón es la estrella, el alma del 25 de Mayo (al menos hasta la irrupción de Gamuza). No por nada usa la 10 bajo esos rizos dorados. Y cuán importante será para que Los Cebollitas salgan campeones del mundo, con lo que dejarán atrás el histórico mote de subcampeones como epílogo del programa (no sin antes enseñarle a todos los niños una valiosa lección quemando vivo a Don Lucero).
Después de despedirse del personaje de Gastón, Axel Marazzi deambuló por varios programas de Telefé sin demasiada suerte. Y nada más. Su carrera se estancó y las malas lenguas dicen que habríaxse visto envuelto en un oscuro incidente (habría recibido una golpiza por intentar robarle un vino a un grupo de jóvenes). Pero en
frcass.
ANEXO.
En la película Children of Men (Hijos del Hombre), la persona más jóven del mundo es un argentino llamado Baby Diego. El actor que hace de Baby Diego es Coqui de los Cebollitas.
Hace dos años que no escribo nada. De
Prendo la computadora. Reviso los mails. Tengo uno de un evento al que no voy a ir, que elimino, y otro de mi hijo varón menor titulado “RE: Sueños”. Ayer le mandé un mail diciéndole que había soñado que estábamos en un barco pirata y que él vomitaba por la borda mientras yo le sostenía el pelo. No lo soñé. Lo inventé para tener una excusa para escribirle. Desde que se fue de casa lo extraño mucho. Mientras leo el mail escucho que mi mujer se levanta. Pasa por delante de mi estudio. No me saluda. Va a la cocina y pone TN. Leo el mail de mi hijo. Dice: “No te preocupes, Papá, ya me voy a cortar el pelo. Saludos”. Sonrío. Qué pibe este. Me levanto y voy a la cocina. No puedo dejar de sonreír. “¿Qué pasa?”, me dice. Seria. Con cara de enojada. Con cara de vieja malhumorada. “Me quiero separar”, respondo. “Ah”, dice. Abre la heladera. Se sirve jugo de naranja. Le da dos tragos. Agarra el control remoto. Cambia de canal.
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ANEXO.
Hoy sólo quiero decir que Ortega hace todos los pases mal.
El 18 de junio de 2006, Paul McCartney cumplió sesenta y cuatro. Para ese entonces, su mujer, Linda, había muerto hace ya varios años de cáncer; Paul se había vuelto a casar con una modelo de una sola pierna llamada Heather Mills de quien se divorció en 2006 y con quien tuvo una terrible batalla por la división de bienes y por la tenencia de su hija, Beatrice, de tan sólo dos años; y tenía cinco nietos, dos de ellos mayores que su hija más pequeña: Arthur, Elliot, Miller, Beckett y Bailey (la única niña). Ni Vera, ni Chuck, ni Dave.
frcass.
Quiero poner mi cara más amable. De sonreír. Pero sé que no lo logro. El hombre de los ojos amarillos, el otro, el que no soy yo, vuelve a darle una pitada a su cigarrillo, sin dejar de mirarme. Tratando de parecer que le resto importancia a la forma en que me observa, comienzo a pasear la vista por
—Armate de paciencia, pibe, que ese micro a Buenos Aires no llega.
Lo miro asintiendo, levantando las cejas, que es mi gesto amable. Para mi interior, me digo, “No me vas a coger, viejo de mierda”. El hombre vuelve a reír y estoy cada vez más incómodo. De la mochila saco unas tortillas (una especie de pan sin levadura) y empiezo a comer. Tengo que parecer ocupado.
—Tortillas, ¿eh? Me encanta a mí. ¿Las compraste en Jesús María?— Asiento, ya sin mirarlo. No sabía que las tortillas de Jesús María fueran tan famosas. —Bah, tu hermana te las compró—, agrega.
Lo miro. Este me está siguiendo. ¿Cómo puede saber eso? Lo miro fijo. Los ojos se me ponen vidriosos. El micro no llega a Buenos Aires porque este nos va a matar a todos. O, lo que es más importante, me va a matar a mí.
—No te preocupes, el perro va a estar bien—. Quemú Quemú, el perro de mi hermana, estaba con garrapatas. Mi hermana le puso Off para matarlas, pero el perro se lo lamió y se intoxicó. Así que me dejó en
—Vos también vas a estar bien. No te voy a matar. Ni a nadie del micro. Pero en
—Ah—, respondo confundido.
—Pero vas a estar bien. La gente como vos debe adaptarse al medio para poder sobrevivir. Pero vos no lo hagas. Vas a estar bien.
—¿Voy a terminar bien?
—No. No vas a terminar. Vas a estar bien. Acordate: Vos sos inmortal hasta que se demuestre lo contrario— Y ahí, aunque trato de evitarlo, sonrío, con sinceridad, mostrando los dientes. Y él también sonríe, igual que yo.
—¿Cómo te llamas?—, pregunto.
—Respondo a muchos nombres.
—¿Por ejemplo Dios?
—Por ejemplo Jorge.
frcass.
ANEXO.
Quiero celebrar mi vigésimo post, diciendo que me gusta tu sonrisa.
Continuará.
frcass.
ANEXO.
Cuando Batman aplaude, ¿bate palmas?