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miércoles, 28 de noviembre de 2007

No he probado que Existo.

Esto es muy extraño. Una chica dice que cuando nosotros salíamos fui a su casa y tomamos Nesquik. No pasó. Nunca fui a su casa mientras fuimos pareja. Mucho más extraño es el nivel de detalles que tiene su recuerdo. Dice que los Nesquiks le habían salido feos, que le daba vergüenza que entrara alguien de la familia y nos viera besándonos y que, al rato, había venido el hermano y que yo lo había saludado. Quiso demostrármelo preguntándole al hermano. Él negó haberme visto alguna vez. Ella sigue convencida de que pasó de verdad. Para cerrar, le dije que un día de estos se iba a despertar y a descubrir que yo no existía, que había sido sólo un producto de su imaginación. Y me quedé pensando.

Existe un mito que dice que si uno sueña su propia muerte, ya no despierta. Yo la soñé. Un grupo de personas creyó que yo había empujado a un nene que pedía monedas en la boletería del tren de la Estación Mitre. De hecho, lo había chocado, pero sin intención. La turba enfurecida no entró en razón e inició mi caza. Yo pude escapar sólo cincuenta metros. En la Avenida Maipú, frente a puesto de diarios me clavaron un cuchillo. Lo que veía se fue achicando, hasta desaparecer. Quizás el mito es real. Me morí. Y ahora vivo porque ella me imagina.

Según Las Ruinas Circulares, el soñado se sabe soñado porque no siente dolor. Yo siento dolor. Tengo lastimada la rodilla izquierda. Si la flexiono mucho me duele. Eso es real. Ella también tiene lastimada la rodilla. También la izquierda. También le duele si la flexiona. Mi lesión es de ligamento y la de ella de rótula. Pero sigue siendo la rodilla izquierda. Y mi dolor puede ser su dolor.

Cuando tenía trece años, soñé que me tocaban el timbre. Sonámbulo, me asomé por la ventana para ver quién era y me caí. De la misma altura se tiró Juan Castro cuando se suicidó. Pero yo no me hice nada. No me quebré, fisuré, ni esguincé nada. Solamente me hice un par de moretones. Un par de años después, mi mamá me dijo que estaba convencida de que un ángel me había atajado. No fue eso. Yo no podía morir. La chica que me imagina no me conocía.

Una cosa más: Si me estás imaginando, imaginame un final feliz.

frcass.

ANEXO.
Conozco una chica de apellido De Dios cuyo teléfono termina con 666.

2 comentarios:

CYNTHIA dijo...

aajajajaajaj habia olvidado lo de la caida ajajaj, y no tuviste q tocar el timbre para entrar? o lo imagine tb? ajajajjjaja mortal!

frcass dijo...

Sí, toqué el timbre. No duermo con las llaves.